Tras la derrota de Huamachuco (10 de julio de 1883) Andrés Avelino Cáceres recibe el ofrecimiento de una ayuda tardía del nefasto Lizardo Montero, encerrado en Arequipa con un ejército de 5,000 hombres, cañones de montaña, municiones y provisiones.
El brujo de los Andes se entusiasma.
Cree en Montero.
Será en vano.
Montero lo dejará esperando.
“Ni siquiera en el desastre fuimos capaces de unirnos”.
Andrés Avelino Cáceres
Ayacucho, setiembre 20 de 1883:
Sr. Contralmirante Don Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
Tus cartas del 30 de agosto último y 6 del actual, tan deseadas, han venido a dar aliento y esperanza a mi espíritu. Francamente, cuando ya sólo pensaba en retirarme a la vida privada, con la conciencia de haber hecho por el país cuanto ha estado a mis alcances, me llega la noticia de que al fin te has resuelto a mandar elementos al centro.
Si esto hubiese ocurrido antes, cuando yo lo exigía en nombre de la patria viendo dibujarse claramente los peligros que amenazaban mi ejército y en él la situación delicadísima del país, no pesarían sobre nosotros los últimos desastres y antes bien nuestras condiciones serían muy distintas e inmensamente ventajosas.
Pero debo hablarte con ingenuidad en el seno de la confianza; los hombres que compartían ayer el poder contigo no eran guiados por la antorcha del patriotismo, sino por un espíritu egoísta cuyo influjo contenía tus arranques naturalmente generosos y tus mejores disposiciones, con el fin de privarme de mayor acción, sin reparar que por este torcido camino labraban la ruina del país, ya que las luchas de esta zona no sólo mantenían en pie nuestra bandera sino que, atrayendo hacia mí gran parte de la fuerza enemiga, impedía el proyectado ataque a Arequipa.
Ya, pues, que pones a mi disposición fuerza organizada y elementos, y me ofreces auxiliar esta zona con toda la decisión que su importancia requiere, no puedo excusarme, porque pública y solemnemente he prometido no omitir ningún sacrificio en aras de la patria.
Las circunstancias que me rodean al principiar esta nueva era son muy difíciles: la invasión a estos departamentos para introducir con la punta de las bayonetas el iglesismo está ya en Izcuchaca, después de haber sido defendido el terreno palmo a palmo por los guerrilleros cuyo entusiasmo ha crecido al verme de nuevo entre ellos, habiéndose retirado la tropa de línea en conformidad con mis instrucciones, pues no quiero exponerla hasta que haya probabilidades de buen éxito.
Según las noticias que he recibido, son dos mil hombres los que han llegado a Izcuchaca; otra fuerza viene por la ruta de Pampas, provincia de Tayacaja, y a retaguardia avanzan los cuerpos salidos últimamente de lima. En consecuencia, yo, una vez que reúna los 400 hombres de la división Dávila a los 200 que están aquí y vinieron del Cusco, iré con toda esta fuerza a Andahuaylas, donde espero encontrar la división Lima; incrementadas y bien organizadas estas divisiones con los 1,000 rifles que también me mandas, ya se podrán tomar medidas de alguna consecuencia.
Pero si quieres perfeccionar tu obra, permitiéndome que emprenda operaciones de alguna significación; si te convences de que el simple amago por este lado debilita el intento sobre Arequipa, y que la expulsión de los invasores de esta región cambiaría ventajosamente las condiciones del país, mándame una división más, por lo menos; entonces, verías realizarse una gran obra, que sería exclusivamente tuya.
Considera que sólo que cesen las hostilidades en el centro, podrá el enemigo reconcentrarse sobre Arequipa, y que mientras más vivo sea por aquí el ataque, más disminuyen las posibilidades de realizar esa empresa, fuera de que, llegado el caso, Bolivia tendrá que mandar auxilios o romper la alianza. Medita sobre esto y rompiendo las vallas que antes te han detenido, impulsa completamente este ventajoso sitio de operaciones, que por ser el principal y el que más cuidados ha ofrecido y ofrece al enemigo, es su preferente objetivo y trata de ocuparlo en su totalidad.
“Los hombres que compartían ayer el poder contigo no eran guiados por la antorcha del patriotismo, sino por un espíritu egoísta”.
También mándame cuatro cañones de a cuatro rayados, que esta es arma de gran efecto en la configuración de estos lugares; y brigadas, pues aquí ya no existen nulas. He aquí mis pedidos aprovechando de tus ofrecimientos, que espero me los proporcionarás.
Ahora, paso a hablarte sobre un asunto muy grave y sobre el que ya en una de mis anteriores te llamé la atención. La separación de Lucanas y Parinacochas de este departamento ha causado la más desagradable sensación en todos, y en la actualidad sus funestas consecuencias son inmediatas y palpables. Ocupado Junín por los chilenos, ese departamento no ofrece el menor recurso. Huancavelica, aunque no lo estuviera, está organizada en guerrillas y tampoco contribuye con nada ni tiene ya con qué contribuir.
Este departamento de Ayacucho, fuera de los disturbios de algunas provincias como Huanta y La Mar que las tiene de hecho segregadas, está sumido en tal postración y pobreza que su ofrenda sería insignificativa. Por manera que ¿de dónde se sacan recursos para atender al nuevo ejército si se separan las dos únicas provincias que pudieran proveer por su riqueza y porque hasta ahora están intactas? Quiero que resuelvas esta cuestión importante.
Pero al lado de este asunto, hay otro más grave y que atañe a mí personalmente. Al separarse esas provincias se ha nombrado de autoridad de ellas a los Flores; y esto es profundamente desmoralizador y un desaire inmerecido a mi autoridad, porque a esos individuos esta jefatura los ha perseguido por deudor al fisco el uno y por trastornadores del orden ambos, pues aun en mi “Memoria” los acuso por haber revolucionado Parinacochas desconociendo mi autoridad. Y ¿se separan esas provincias para poner de autoridad a semejantes hombres? ¿Tan poco vale mi autoridad y mi persona que se prefiere a bandoleros de su género? No; con entera franqueza si esos individuos siguen en esos puestos, cuenta con que de hecho dejo la jefatura. No quiero comunicarte cómo explican aquí ese escándalo; pero juega en ello la cancelación de una cuenta de tu ministro Herrera a los tales Flores. Ya ves que esto no es digno de tu gobierno.
Tuyo afectísimo amigo y seguro servidor.
A. Cáceres
Don Lizardo Montero
Fuente:
wikipedia