Stephen Augustus Hurlbut, abogado, general y diplomático, fue embajador de los Estados Unidos de América en Lima desde 1,881 hasta su muerte en nuestra capital en marzo de 1,882. Se trata de una de las personas a quienes el Perú no le ha dado aún el reconocimiento que se merece. Luchó por nuestros intereses, defendió al gobierno de Francisco García Calderón y se enfrentó por todo ello con su colega en Santiago de Chile, el también general Hugh Kilpatrick. La carta que aquí presentamos fue escrita por Hurlbut en setiembre de 1881 y su destinatario era Aurelio García y García, secretario de Piérola durante el ficticio gobierno que «el califa» mantuvo en Ayacucho.
Nicolás de Piérola disfrazado de comandante en jefe y (derecha) Stephen Augustus Hurlbut.
Lima, septiembre 12 de 1881
Señor:
Tengo la honra de avisar a Ud. recibo de su comunicación fecha 23 de agosto de 1,881.
En contestación, permítame Ud. manifestar que no sería propio en mí entrar en discusiones sobre los asuntos internos del Perú, a no ser respondiendo a una invitación para hacerlo así.
Pero ya que Ud. me ha abierto el camino en su carta, me propongo emitir a Ud. mi opinión muy francamente y con toda la benevolencia posible.
Es entendido que el Perú es una república regida por una constitución que debe ser la ley suprema.
Apoderarse el señor Piérola del mando supremo y arrogarse una autoridad que la constitución desconoce fueron actos revolucionarios y atentatorios al acatamiento debido a la ley.
La manera violenta y compulsiva como esa revolución se llevó a cabo imprimió al hecho el carácter de un crimen contra la libertad. La dictadura fue una fiera tiranía, autocràtica y despótica en su plan, en su título y en sus actos.
Durante su existencia, el gobierno constitucional del Perú quedó anonadado y la simple voluntad de un hombre se substituyó alas leyes y a la constitución.
El pueblo del Perú, abrumado por una guerra de invasión, se sometió a esa autocracia creyendo que ella lo conduciría a la victoria.
Las naciones extranjeras la reconocieron como un gobierno defacto, pero jamás aprobaron su origen ni su sistema.
El gobierno presidido por el señor García Calderón no pretende hallarse en posesión de una perfecta regularidad.
Es provisional, es decir, Un modo transitorio de ejercer las funciones del gobierno hasta que la nación pueda obrar directa y libremente.
Está apoyado por el congreso nacional, cuerpo reconocido por la constitución, y es un esfuerzo hacia el restablecimiento en este país de un gobierno regular y constitucional.
Ud. se equivoca al decir que cuenta con las simpatías de los chilenos. No hay tal. Quiere la paz como la quiere todo el país; pero no sacrificará la honra nacional ni cederá territorio para obtenerla. “Chile quiere y pide el territorio de Tarapacá, y reconocerá al que se lo ceda”. El gabinete de Calderón no lo hará. Resta por ver si el de Piérola lo hará.
Entre tanto, bajo el régimen inaugurado en Ayacucho y practicado por los prefectos, los peruanos son hoy para los peruanos enemigos peores que los chilenos, y los esfuerzos de los amigos del Perú se encuentran paralizados por sus disensiones intestinas.
Cuando los Estados Unidos preguntan a Chile por qué no se puede ajustar la paz, su contestación es que en el Perú no hay gobierno con quien tratar.
¿No es mejor poner término a este estado de cosas y que todos los verdaderos hijos del Perú se unan en tomo de un jefe de la nación a quien todos los partidos y facciones acaten, con el fin de salvar al país de su inminente ruina, de restaurar la paz y el ordenado y pacífico reinado de la constitución y de las leyes?
En lugar de llevarlo a la victoria, la dictadura condujo al Perú a desastrosas derrotas, y el dictador se fugó de la capital.
El pueblo del Perú no ha tenido, desde entonces, ninguna oportunidad para expresar libremente sus deseos y sus simpatías.
La asamblea nacional no tiene, con arreglo a la constitución, el derecho de existir, y sus resoluciones no tienen más valor legal que el de la opinión emitida por cualquier número igual de ciudadanos privados.
Por tanto, su confirmación de las amplias y autocráticas facultades del ex dictador, bajo su nuevo título de presidente, no da mayor validez ante la ley a su autoridad o pretensiones.
Por esta razón me veo, con el más grande pesar, obligado a decir a Ud. que los recientes decretos expedidos en Ayacucho, respecto de las personas y propiedades de los que no reconocen al señor Piérola, son inhumanos y bárbaros, y colocan por sí mismo al gobierno que emplea tales medios fuera del palio de la ley.
Esos decretos violentos son, a mi juicio, pruebas concluyentes de que el gobierno a que Ud. se halla ligado descansa únicamente sobre la fuerza y no sobre la opinión pública.
Un gobierno fuerte y apoyado en la afección del pueblo jamás apela a semejantes medios de crueldad y devastación.
Tales medidas compelen a todos los gobiernos civilizados a mirar con reprobación a las autoridades que las practican.
De consiguiente, creo de mí deber decirlo a Ud. por lo que respecta al gobierno presidido por el señor Piérola.
Tengo la honra de ser de Ud. su más obediente servidor,
S.A HURLBUT
Al señor Aurelio García y García.
Hurlbut comprueba desastrosa situación de Perú en 1881