La conquista de Litoral Boliviano:
No fue una ventura concebida de la noche a la mañana; fue, como tuvimos oportunidad de ver, un plan bien estudiado y mejor ejecutado con todos los elementos logísticos más avanzados de aquella época. En cuanto la escuadra chilena se lanzó a la conquista, las fuerzas de tierra estaban ya listas para ejecutar el plan. En ese momento se distribuyó entre los jefes y oficiales chilenos un documento reservado. Se trataba de un documento secreto cuya divulgación estaba en penada con la muerte. Él constituía nada menos que un estudio logístico meticuloso de todo el Litoral Boliviano y Peruano.
El mismo había sido encomendado con muchos años de anticipación a una comisión secreta al mando del capitán de fragata Ramón Vital Gormaz, que recorrió de punta a punta todo el territorio boliviano que sería escenario de la guerra. Se trata de una publicación fresca, llevaba como fecha el mes de febrero de 1879, vale decir, en los días mismos de la ocupación de Antofagasta. El documento contiene un mapa, posiblemente el más completo y meticuloso que se haya hecho de toda ésa región; el mismo que portaban en sus mochilas los oficiales más caracterizados, preparados especialmente para actuar en estas circunstancias.
Por su importancia y porque se trata de una verdadera revelación, nos vamos a detener en el análisis exhaustivo de éste extraordinario documento que viene a
constituir la prueba más contundente de nuestros derechos legítimos en el Litoral del Pacífico y el mentís más estupendo a toda la corriente pinochetista.
La publicación secreta lleva por título «Geografía Náutica de Bolivia». Obviamente, después de la guerra ha debido ser recogida; de ahí se extrema rareza, pues su
existencia fue ignorada por el Perú y Bolivia.
El historiador boliviano Manuel Frontaura Argandoña, en su obra El Litoral de Bolivia que seguramente es el aporte más importante a la causa boliviana, en los últimos tiempos, publica como anexo Nº 1 de su obra un plan logístico de la ocupación chilena, el mismo que constituyó una verdadera revelación. En principio, pensamos que el folleto en nuestro poder y el público por Frontaura Argandoña eran la misma cosa, pero de su confrontación resulta un hecho insólito que tiene su explicación.
En realidad, el autor de los dos documentos es el mismo Vidal Gormáz, pero el documento que tenemos a la mano lleva fecha 20 de febrero de 1879 y la publicación
reproducida en la obra de Frontaura Argandoña «Marzo de 1879». La primera lleva el nombre de Francisco Vidal Gormáz y la que tenemos en nuestro poder «Ramón Vidal Gormáz», pero en la página tercera a manera de presentación se exhibe una nota donde aparece nuevamente en forma disimulada el nombre de Francisco Vidal
Gormáz. Aparentemente se trataría de un error de imprenta o de un descuido sin importancia, pero la realidad es otra.
El error tiene su explicación. La publicación que tenemos a la mano constituye la mejor defensa de los derechos de Bolivia en el Pacífico ya que contiene una serie de datos que demuestran en forma irrefutable la presencia de Bolivia en su Litoral; en cambio, en la segunda publicación, la misma que se produce en el libro de Frontaura Argandoña aparecen alterados todos estos datos y se habla de los puertos bolivianos con desprecio olímpico como si nunca hubieran existido. La explicación es obvia. La comisión encargada de realizar este estudio y de levantar el plano, consciente de su labor, no tuvo ningún inconveniente de señalar expresamente a cada paso la condición boliviana de esos territorios y su estado de progreso. El súbito cambio en las versiones de un mismo documento en el lapso de pocos días, tiene una explicación: la cancillería chilena ya tenía en sus manos una circular por la cual la usurpación ya no se llamaba así sino, «reivindicación». A partir de aquel momento, obviamente toda la documentación oficial debía referirse al problema del pacífico como un problema de «reivindicación» y el documento de Vidal Gormáz venía a resultar en tales circunstancias un mentís inesperado que echaba por tierra la táctica diplomática, incluyendo para colmo un mapa con toda la costa boliviana en donde aparecía en letras de molde y grandes características la inscripción: Litoral de Bolivia.
Este documento de tanta importancia, desconocido en el Perú y Bolivia, fue exhumado por Frontaura Argandoña en su obra; y ahora la suerte nos depara la enorme
satisfacción de revelar este otro documento más importante aún que el otro, por las características anotadas y por el mapa que incluye.
El folleto comienza por señalar expresamente los límites de Bolivia en aquel momento:
«La república de boliviana, llamada anteriormente Alto Perú, limita al N.O. y N. con el Perú, al E. por el imperio del Brasil y la república del Paraguay, al S.E. con la
Confederación Argentina, al S. por Chile y al O. por el Océano Pacífico». Este detalle de los límites de Bolivia donde resalta nuestra soberanía en el Litoral del Pacífico ha sido excluido en la otra publicación. Asimismo, han sido excluidos todos aquellos datos que en forma implícita o explícita hablaban de los puertos y caletas como
pertenecientes a Bolivia. Al referirse a los límites ya expresados, la publicación indica que ella se extiende entre el paralelo 24º S. que es la frontera de Chile y el 21º 28’ que es el abra por la cual corre el río Loa, frontera del Perú. Por manera que la costa boliviana, tomada en línea recta, sólo se extiende a 160 millas, pero mide 202 siguiendo su bojeo». Obsérvese que al señalar estos límites el documento chileno se va ya ciñendo el Tratado de 1874.
Más adelante el documento hace una descripción minuciosa de toda la costa boliviana:
«El Litoral de la república Boliviana corre por término medio de N. 3º 30’ a S. 3º 30’ O.
sin tomar en cuenta la irregularidad que introduce sobre el de la península de Mejillones». Y agrega esa observación: » La marina es muy limpia, permitiendo que
pueda recorrérsela a corta distancia, barajando sus inflexiones prudencialmente. El fondo del mar vecino es muy profundo y aumenta rápidamente hacia afuera, sin ofrecer peligros insidiosos de ninguna especie».
El documento relata con lujo de detalles la climatología, aspectos de relieve, fauna marina, los vientos que corren por la costa boliviana, las oscilaciones de la columna barométrica. Señala con precisión matemática los valores barométricos para las diferentes estaciones del año, indicando la temperatura. Y termina estudiando minuciosamente la corriente de Humbolt y la corriente Litoral que pasan por el Litoral Boliviano.
El estudio del desierto de Atacama están minucioso que no es posible admitir que el haya sido realizado en poco tiempo, sino en un lapso de siquiera cuatro o cinco años.
No se descuida en él, el señalamiento de los más pequeños o insignificantes accidentes geográficos, la ubicación de los ríos y riachuelos, arroyos, vertientes, las
licuaciones de las nieves, la fauna, la flora, etc. No descuida ni los estudios geológicos, ya que también contiene datos sumamente interesantes sobre los yacimientos de oro, bismuto, cobalto, cobre y otros minerales.
El trabajo por otra parte, contiene noticias históricas poco conocidas, haciendo hincapié a cada paso sobre la soberanía boliviana en dicho desierto. «La superficie de la república se estima en 50,000 lenguas cuadradas. El suelo ese su mayor parte elevado y se le puede considerar dividido en tres regiones de aspectos diferentes. La costa comprende el árido desierto de Atacama, de que ya hemos hablado». Determina este capítulo con referencias interesantes sobre las poblaciones de Calama, Chiu Chiu, Chacanse, Mistanti, etc.
La segunda parte del documento se refiere a la Geografía Náutica de Bolivia, y se destaca un subtítulo que dice: «Límite Litoral Chileno-Boliviano». Donde indica en forma concreta que el límite «es el paralelo 24, conociendo desde el mar hasta la parte más culminante de los Andes».
La relación de los accidentes geográficos de la costa es de suma importancia y no descuida detalles como los siguientes: «El morro de Jara -dice- es el más austral que
ofrecen los accidentes del Litoral boliviano». «Se creen -dice- que en el morro de Jara, llamado también Jorgito, o en sus inmediaciones tuvo lugar el famoso descubrimiento de oro que hizo Naranjo, hoy perdido y que tanto ha dado que hacer a muchos mineros y cateadores». Luego va descubriendo las caletas Bolfin o el Coloso, Boca Negra, Playa Brava, nombres que jamás serán olvidados por los bolivianos.
El documento no podía dejar de lado el puerto más importante de Bolivia: Antofagasta.
Este puerto fue el más floreciente del Litoral Boliviano y su creciente y progreso acelerado alarmo a la bolsa de Valparaíso que veía el peligro de la competencia. «Este
puerto -dice- es el más austral del Litoral de Bolivia, abierto al comercio pocos años ha, para la exportación de minerales de plata y nitrato de soda. Se halla situado por 23º 4, de latitud Sud, 70º 25’ de longitud O. Grenwich, coordenadas que corresponden a la parte N. E. del muelle del norte».
«La ciudad de Antofagasta -dice en otra parte- debe su existencia, como se sabe, al descubrimiento de minerales de Caracoles, y puede decirse que comenzó su vida del pueblo en 1870. Su aparición fue casi instantánea y parece que ha llegado al presente al apogeo de su desarrollo. Su población según el censo de 18 de julio de 1875, es de cerca de 6.000 almas, prevaleciendo el elemento chileno, pues de esta suma, 4800 son chilenos, 450 bolivianos y el resto pertenece a diversas nacionalidades de Europa y América».
Como en los anteriores casos, el estudio refiere detalles poco conocidos: instrucciones precisas para los buques que deban desembarcar en sus muelles, el calado de los barcos que deben o pueden operar, etc. Refiere también datos sobre otros lugares importantes como:
Bahía Moreno, La Lovería, La Poreada, Bahía Jorge, Monte Moreno, Bahía Constitucional de Mejillones, Banco Lagartos, Roca Esmeralda, Punta y Morro Jorgino, Cañeta Herradura de Mejillones o de Choros, Punta Baja, Punta Angamos, Monte de Mejillones, Península de Mejillones, Caleta Guala Guala, Punta Tames, Rada de Cobija o Puerto La Mar, Rada de Gatico, Caleta de Guanillo, Tocopilla, Caleta de Paquiza o San Francisco, Punta Arena, etc.
Es digno de destacar -las referencias que la sobre Cobija. «Conoce acerca la rada de Cobija-dice- se nota sobre el extremo de la punta de este una roca blanca bien
característica por contrastar con las negras de las tierras que la respaldan.
Esta peña hace conocer a punta Cobija y de igual manera el pabellón boliviano que se iza en un pequeño fuerte situado en el centro de la península, cada vez que sea avista un buque a vapor». Más adelante indica los datos geográficos: «El puerto de Cobija, como el principal del Litoral boliviano, hace grandes progresos tanto en el desarrollo de su comercio como en construcciones, lo que hace que cada año sea más concurrido de buques, cuenta con un muelle, aduana cuarteles y otras obras que demuestran su adelanto durante los últimos años… La población de Cobija pasa de las 2.000 almas, sin tomar en cuenta los mineros que trabajan en los minerales vecinos».
Sobre el tráfico comercial de Cobija expresa: «las ciudades de Potosí, Chuquisaca, Túpiza y otras del Sud de Bolivia, introducen por Cobija las mercaderías extranjeras de que han menester, y como es el principal de entrada de la república, los buques que quieran cargar al Norte de él tienen que arribar primero a su rada para obtener la licencia de la aduana. Mejillones y Antofagasta que también tienen aduanas, sólo introducen víveres y los demás artículos indispensables para las poblaciones mineras del salar del Carmen, Caracoles y demás minerales en trabajo». Los datos estadísticos que refiere no dejan de ser interesantes para este estudio: «La exportación de Cobija en 1862 fue de 2.207.520 pesos consistiendo principalmente en estaño y cobre en barra, régulos y varillas, guano, lingotes de plata y lanas. Las rentas de Bolivia se estiman en 2.252.752 pesos, y los ingresos por Cobija, en 1870 alcanzaron a 148.473″.
Los datos del movimiento de barcos son tan minuciosos que llaman la atención.
Al comenzar el estudio de este documento hicimos notar la marcada diferencia operada entre la primera y segunda publicación.
La primera publicación que damos a conocer, que fue distribuida en el día mismo de la ocupación de Antofagasta, es decir al comenzar las operaciones bélicas» por un descuido» del comando chileno, hacía en sus descripciones elogio del grado de adelanto de los pueblos y puertos bolivianos de la costa del Pacífico; lo que no constan ya en la segunda publicación sustitutiva. La explicación resalta la vista. Chile comenzaba a tergiversar la historia para no darle el carácter de una conquista a sus hazañas bélicas sino como una simple reivindicación. En esta tesitura un documentocomo el descrito resultaba perjudicial a sus intereses. Ellos habían repetido hasta el cansancio el no ejercicio de soberanía por parte de Bolivia en estas costas, el total abandono de ellas. De pronto toda esta campaña de falsedades se venía abajo por un documento emitido por su propio servicio secreto. La cosa resultaba sumamente peligrosa. Había que recoger el documento y suplirlo por otro. Y es eso lo que hicieron de inmediato. De esta manera se distribuyó el documento que publica Frontaura Argandoña, donde se dice todo lo contrario de los puertos bolivianos. Ya no eran florecientes, progresistas, sino descuidados, abandonados, miserables. Un solo ejemplo: la descripción de Antofagasta contrasta notablemente entre la primera y segunda versión. «Es el peor puerto del Pacífico -dice-; sólo es disculpable haber colocado ahí la floreciente población, que mediante el carácter laborioso y emprendedor de los chilenos se ha levantado rápidamente, considerando el estado rudimentario de civilización de la sociedad boliviana». Obviamente el infundio no merece siquiera comentario.
Creemos haber demostrado una vez más en forma irrefragable al señor Pinochet y a toda la corriente que sostiene semejante absurdo, la poca consistencia de sus
argumentos. En todo caso existe una evidencia mayor: que Chile tuvo que recurrir a una guerra para apoderarse de algo que nunca fue suyo.
Fuente:
Historia Secreta de la Guerra del Pacífico,Edgar Oblitas Fernández, pag. 22 -26