Galería: Recibimiento de los restos de Miguel Grau Seminario en 1890

El domingo 13 de julio de 1890, la cañonera Lima y el transporte Santa Rosa desembarcan los restos de Miguel Grau Seminario y el Perú recibe al peruano del milenio.

Llegada de los restos de Miguel Grau en el crucero Lima al Muelle de Guerra

Llegada de los restos de Miguel Grau en el crucero Lima al Muelle de Guerra

Desembarco de los restos de Miguel Grau desde el crucero Lima

Desembarco de los restos de Miguel Grau desde el crucero Lima

Ceremonia de recibimiento de los restos de Miguel Grau en el puerto

Ceremonia de recibimiento de los restos de Miguel Grau en el puerto

Multitud congregada para recibir los restos de Miguel Grau

Multitud congregada para recibir los restos de Miguel Grau

Procesión de los restos de Miguel Grau por las calles de Lima

Procesión de los restos de Miguel Grau por las calles de Lima

Homenaje popular a Miguel Grau durante el traslado de sus restos

Homenaje popular a Miguel Grau durante el traslado de sus restos

Ceremonia solemne de recibimiento de los restos de Miguel Grau

Ceremonia solemne de recibimiento de los restos de Miguel Grau

Última imagen del recibimiento de los restos de Miguel Grau en 1890

Última imagen del recibimiento de los restos de Miguel Grau en 1890

Llegaron a puerto los restos del almirante. La cañonera Lima y el transporte Santa Rosa los trajeron de regreso, y en la escollera todos hicieron silencio, como si el mar hubiera pedido palabra primero. El féretro tocó tierra sin alardes, escoltado por uniformes enlutados y miradas bajas. No hubo gritos, hubo un murmullo que era respeto y admiración.

El cortejo avanzó entre banderas pesadas por la garúa. Vi a hombres quitarse el sombrero, a mujeres apretar contra el pecho retratos que ya eran reliquias, a niños preguntar por qué el héroe volvía en caja y no en paso. El humo del tren, espeso, escribió un lamento sobre la avenida, y los balcones se llenaron de rostros que no buscaban espectáculo, buscaban consuelo.

No hay consuelo en la repatriación, hay sentencia. La patria recoge a su muerto ilustre y se mira en un espejo limpio, ese que rechaza coartadas y excusas. Lo llamaron Caballero, y no fue título, fue conducta. Hoy, cuando la madera cruje y el metal de las condecoraciones no basta, entendemos que la grandeza no negocia y que el honor no se alquila. El regreso nos impone una disciplina: hacer menos ruido, cumplir más y servir por amor a los principios.

Al final del recorrido, no hubo consigna, solo un acuerdo no dicho: estar a la altura. Lo firmamos con la mirada, cada cual, con su propio miedo, cada cual con su propia promesa.

Compilación de fotos y redacción:
Ricardo Cuya-Vera de Calidad Integral
Divulgador de la memoria de Miguel Grau Seminario.