Cuando estalló la Guerra del Pacífico, Elías Aguirre estaba fuera de servicio, consagrado a una gerencia en Iquique; no obstante, mostrando un patriotismo a prueba de cañones, pidió su inmediata reincorporación a la Marina de Guerra, su alma mater. Fue un hermoso gesto, digamos, de sublime amor a la patria. En esa coyuntura, Miguel Grau, sabiendo de sus méritos y arrojo, pidió al consejo de guerra su transferencia al monitor Huáscar como segundo comandante. Bajo ese signo, el 8 de octubre de 1879, combatiendo al lado del Caballero de los Mares, pasó a la gloria eterna.
Elías Aguirre
Cuando estalló la Guerra del Pacífico, Elías Aguirre estaba fuera de servicio, consagrado a una gerencia en Iquique; no obstante, mostrando un patriotismo a prueba de cañones, pidió su inmediata reincorporación a la Marina de Guerra, su alma mater. Fue un hermoso gesto, digamos, de sublime amor a la patria. En esa coyuntura, Miguel Grau, sabiendo de sus méritos y arrojo, pidió al consejo de guerra su transferencia al monitor Huáscar como segundo comandante. Bajo ese signo, el 8 de octubre de 1879, combatiendo al lado del Caballero de los Mares, pasó a la gloria eterna.
Durante el conflicto con España participó, a bordo de la Unión, en el combate librado en Abtao, entre la Armada aliada y la Escuadra Española del Pacífico, el 7 de febrero de 1866, lo cual le valió el título de benemérito de la Patria y el ascenso a teniente primero.
Ese mismo año, por haber protestado por el nombramiento del comodoro estadounidense John Tucker como comandante general de la Marina (a pedido del presidente Prado), fue separado y enjuiciado –al igual que Grau, quien lideró esa protesta–, mas al poco tiempo volvió a su institución. Integró entonces la comisión que debía traer desde Estados Unidos de América los monitores Manco Cápac y Atahualpa.
En 1870 fue ascendido a capitán de corbeta y en el acto asumió el comando de la Unión y la condujo a Inglaterra, a fin de hacerla reparar. A su retorno fue nombrado subdirector de la Escuela Naval.
Cinco años después, un desafortunado suceso truncó momentáneamente su carrera naval. Bajo su mando, la cañonera Chanchamayo, construida apenas en 1872, se hundió el 13 de julio de 1876 al chocar contra una roca en Punta Aguja. Mostrando una grandeza de alma defendió a todos sus oficiales y pidió para él todo el rigor de la ley. Sometido a juicio, fue declarado culpable y destituido.
Intervino entonces, brevemente, en política abogando por el Partido Civil en las elecciones parlamentarios de 1877. Cuando Chile nos declaró la guerra, Aguirre se hallaba trabajando en una guanera en el Pabellón de Pica, cerca de Iquique. Sin embargo, en una muestra de gran patriotismo ofreció inmediatamente sus servicios a la patria y, a los pocos días, fue reincorporado a su institución y destinado nuevamente a la Unión como oficial de estado mayor, a bordo de la cual intervino en el combate Punta Chipana a una semana de estallar la guerra.
No pasó mucho tiempo, cuando Grau, conocedor de sus méritos y valentía, pidió su incorporación a la plana mayor del Huáscar, en calidad de segundo comandante, petición que se concretó el 28 de julio. Y en esa misión, en l agosto y setiembre acompañó a Grau en sus osados ataques a Antofagasta y puertos chilenos.
Vivió así los apuros y desvelos que entrañaron la campaña del glorioso monitor, hasta la mañana del 8 de octubre de 1879 en la que combatieron contra una escuadra sabe Dios cuántas veces superior. Durante el Combate de Angamos, al caer muerto Grau, asumió el mando Elías Aguirre, y, ante la evidente ventaja material de la escuadra chilena, audazmente ordenó atacar con el espolón al blindado chileno Blanco Encalada. Y en ese bregar, una granada enemiga le voló la cabeza. Así, gloriosamente, junto a Grau y otros valientes marinos, ofrendó su vida por la patria. Tenía solo 36 años.
Sus restos fueron enterrados en Mejillones (costa de Bolivia), pero luego, en 1908, fueron repatriados y conducidos a la Cripta de los Héroes, inaugurado ese año por el presidente José Pardo.
Fuente:
Elperuano