El historiador José Agustín de la Puente Candamo es probablemente quien ha escrito las páginas más precisas en torno a la familia Grau después de la muerte en combate del contralmirante.
No olvidemos que, al momento de lo sucedido en Punta Angamos, el último hijo de Grau tiene apenas nueve meses de nacido y el mayor cuenta con once años. Su viuda, Dolores Cabero de Grau, favorecida por el gobierno peruano con la donación de una casa, vivirá días duros cuando decide viajar en 1882, en plena guerra, a Chile a visitar a una hermana casada con el capitán de navío chileno Óscar Viel y Toro.
Más tarde verá la trágica muerte de su hijo Rafael y la deportación, en 1921, de su hijo Miguel.
No es fácil la vida de Dolores Cabero de Grau y de sus hijos después de la muerte del comandante del Huáscar. Está presente el recuerdo, el homenaje, la gratitud de todos los peruanos, de todos los sectores de la sociedad; pero en la casa de la calle de Lescano, en todos los rincones, hay recuerdos cotidianos de Miguel Grau. No es tarea simple mantener la armonía entre el ambiente natural y la alegría indispensable para la educación de los hijos y el esfuerzo por disimular el dolor de la pérdida del esposo.
Además, ella tiene otras dificultades: su hermana María Luisa es incapaz de ayudar a cuidar a los hijos de Dolores, y en 1886, el 25 de octubre, el juez convoca a un consejo de familia “con el objeto de nombrarle un guardador provisional”. Integran el Consejo: Cristina Cabero de Michels, Mercedes Cabero de Soyer, Dolores Cabero viuda de Grau, hermanas legítimas, y Manuel Cabero, tío carnal de María Luisa, según se informa en ‘La Época‘ el 30 de octubre de 1886.
Más tarde continúa siendo clara la preocupación de doña Dolores por sus hijos, que ya no son los niños de la década de 1870 en calle de Lescano, pues cada uno vive su vocación particular:
-Rafael Grau Cavero: Es abogado y político peruano.
En 1912 interviene para referir la angustia que vivió su padre por la compra de los blindados, y aclarar que no tuvo parte alguna en las decisiones al respecto.
Es electo diputado por Cotabambas (1905-1917), se preocupó por asuntos de la defensa nacional y de relaciones exteriores, destacando por su elocuente oratoria.
Fue también Alcalde del Callao. Estando en una gira proselitista por los pueblos de Cotabambas, con miras a su reelección parlamentaria, murió asesinado durante una refriega desatada por los partidarios de su contendor político.
Su muerte provocó una gran conmoción en todo el país y muchos acusaron infundadamente al presidente José Pardo y Barreda de ser el autor intelectual del crimen. En su memoria, la antigua provincia de Cotabambas pasó a llamarse Provincia de Grau, por ley N.º 4008 del 4 de noviembre de 1919.1
Es asesinado el 4 de mayo de 1917.
Miguel acusa directamente al gobierno de José Pardo y lo responsabiliza del suceso por no ofrecer las garantías al candidato. Óscar, que es prefecto de Piura, renuncia al desempeño de sus funciones. Basadre exculpa al gobierno de Pardo de responsabilidad frente al asesinato.
Las circunstancias políticas en que vive Miguel Grau y Cabero sin duda acongojan a su madre. Partidario de Leguía, se aparta de este en 1920 y se le señala como participante de un complot en su contra, lo cual conlleva la prisión de Miguel. En una carta al presidente Leguía, con garra y con mucho nervio, protesta doña Dolores por la situación del hijo:
No, no, no. Yo jamás hice méritos de mi nombre, como no hubiera querido hacerlo del de mi hijo, porque en mi hogar se creyó siempre que la gloria del padre, más que satisfacción, es abrumadora obligación ciudadana para los descendientes; pero ahora lo hago porque siento también ofendida la gloria de mi esposo, que no aceptó ninguna humillación para la patria y que supo, como saben mis hijos, hasta dónde hay que ir por defender el honor de la nacionalidad.
Usted tendrá que escucharme, señor presidente, hasta por lealtad, porque este Miguel Grau, por quien reclamo, es el mismo que antes de que fuera usted presidente, y con motivo de la lucha electoral, se puso a su lado alguna vez para rechazar con peligro de la vida los asaltos sangrientos de los contrarios.
Yo no puedo convenir por más tiempo en que, olvidado usted de todo, se mantenga esta situación que tiene, para mi angustia, muy negros presentimientos. Yo perdí, señor, a mi hijo Rafael vilmente asesinado, pero los malvados que ejecutaron el crimen no empezaron por reducirlo a la impotencia y se expusieron a algo más que al baldón, se rifaron la vida miserablemente.
A la carta de la señora Grau, responde Leguía:
«A pesar de no haber recibido el original de esa carta, falta que debía inducirme a prescindir de ella, cedo a la consideración que me merecen el noble sentimiento de entristecida madre que la origina y los recuerdos del nombre que usted evoca, para contestarla, sin reparar en los términos con que me expresa usted la ternura de su demanda.
Considero un justo precio las inquietudes con que la conducta de su hijo aflige hoy su respetable ancianidad y, de todas maneras, quisiera que, al confundirse usted de nuevo con su compañero glorioso, pudiera hacerle saber que, anhelante mi gobierno de que el sacrificio de su vida sea fructífero para el patriotismo, no podré jamás consentir en que ni mis propios hijos impidan que así sea.
Doloroso es, señora, verse en el caso de decirle a una madre que su hijo es culpable, y este dolor es para mí aún mayor, porque la conducta de Miguel es uno de los más penosos desengaños de mi vida; pero mi conciencia me dice también que, de haberle permitido ir hasta el fin que perseguía, el dolor de usted habría sido inconsolable«.
Finalmente, Miguel Grau Cabero es deportado en mayo de 1921, con otros militares y civiles, en el buque Paita, con rumbo a Sídney, en Australia. No obstante, gracias a una acción de los exiliados, desembarcan en Punta Arenas, Costa Rica.
La «Chilenización»
La familia Grau y Cabero vive sin duda de un modo especial la angustiosa historia del plebiscito que jamás se realiza, la historia de la chilenización. En ocasión del laudo del presidente de los Estados Unidos «que causa una reacción de sorpresa y pesar en la República al establecer el principio de que en las condiciones existentes se podía realizar el plebiscito» el domingo 15 de marzo de 1925 se desarrolla una gran manifestación patriótica femenina en el centro de la ciudad, en la cual la señora viuda del glorioso almirante Miguel Grau, iba sola para mayor solemnidad a su presencia.
El carruaje era cubierto de banderas, con los colores nacionales’. Asimismo, están presentes en el acto María Luisa Grau; ‘Panchita’ Bolognesi, sobrina del héroe de Arica; la señora Zoila Aurora Cáceres, hija del mariscal Andrés Avelino Cáceres, héroe de la Breña; y una de las señoritas Porras Cáceres, nieta del valiente soldado de la campaña del centro.
Miguel Grau, iba sola para mayor solemnidad a su presencia. El carruaje era cubierto de banderas, con los colores nacionales.
Asimismo, están presentes en el acto María Luisa Grau; «Panchita» Bolognesi, sobrina del héroe de Arica; la señora Zoila Aurora Cáceres, hija del mariscal Andrés Avelino Cáceres, héroe de la Breña; y una de las señoritas Porras Cáceres, nieta del valiente soldado de la campaña del centro.
Después de varios años de la muerte de Grau, la familia aún continúa en la casa de la calle de Lescano. Para fin de siglo, en 1894, ya aparece la viuda de Grau en la calle de Sagástegui 67, altos, donde vive hasta su fallecimiento.
LOS VIEL Y CABERO
Son conocidos los vínculos estrechos entre las familias Grau Cabero y Viel Cabero. En la década de 1870 doña Dolores visita a su hermana en Punta Arenas y es constante el deseo de una siguiente visita. Los Viel son parientes enlazados por el afecto y suplican a doña Dolores viaje a Chile, lo mismo que a sus hijos. Ella, en efecto, viaja a ver a su hermana y permite que sus hijos también visiten a esa familia estrechamente ligada a su vida.
‘El Canal’, interesante y famoso periódico del tiempo de la guerra, en diversos artículos de 1882 censura con violencia a la viuda de Grau por su viaje a Chile y por permitir que sus hijos vayan a dicho país.
Una relación de parentesco no puede justificar semejante decisión, se afirma, e inclusive se dice en este diario que el país debe retirarle la donación de la casa del Consulado porque no merece semejante muestra de distinción.
En “La Situación” (Lima, 17 de mayo de 1882), periódico chileno de los días de la ocupación, cuyas informaciones y opiniones deben tomarse con especial espíritu crítico, informa en su sección «Crónica» que «dos hijos pequeños del almirante Grau habían llegado a Chile en el vapor del mismo nombre y se encontraron hospedados en casa del capitán de navío don Óscar Viel, su tío político«.
En “El Comercio”, el 4 de diciembre de 1894, se reproduce una noticia proveniente del sur:
Óscar Grau en Chile. «La Patria» de Valparaíso, del 18 de noviembre, dice: desde ayer se encuentra en Santiago el señor Óscar Grau, hijo del contralmirante peruano don Miguel Grau, que tan brillante papel desempeñó en la Guerra del Pacífico.
Saludamos al distinguido huésped, deseándole feliz estada en nuestra patria.
En 1909,1912,1914 y 1916 aparecen disposiciones legislativas referidas a viajes de la viuda de Grau.
El 31 de octubre de 1909 el Congreso ha resuelto prorrogar a un año la licencia que, para residir en el extranjero, concedió el Poder Ejecutivo a doña Dolores Cabero Grau.
En agosto de 1909, Óscar Grau solicita, en nombre de su madre, licencia por dos años para residir fuera de la República. En agosto de 1912 la situación es más clara:
Miguel Grau y Cabero ‘en representación de la pensionista del Estado señora Dolores Cabero viuda de Grau, se ha presentado a vuestra excelencia solicitando se le prorrogue indefinidamente la licencia que le ha concedido el Poder Ejecutivo para residir en el extranjero.
La Comisión, en vista de que la causal que se invoca para obtenerla no ha desaparecido, considera atendible la mencionada solicitud. El mismo Miguel Grau y Cabero, en 1914, se refiere a su madre «que necesitando residir por algún tiempo más en Francia por exigirlo así el delicado estado de salud y el tratamiento médico a que está sometida«, solicita prórroga de dos años. Se aprueba el 30 de octubre de 1914.
En 1916, el mismo hijo Miguel manifiesta:
«Que residiendo en París, desde hace algunos años por causa de enfermedad, mi referida señora madre, acudo a V.E. solicitando una prórroga de la licencia por dos años más«.
Miguel Grau Wiesse, nieto del almirante, comparte simpáticos recuerdos sobre su abuela a quien rememora como «una mujer tranquila, muy tranquila, [que] hablaba poco, nunca se molestaba, no reñía, muy suave», y su vida después de Angamos:
Ella contaba que cuando vino la guerra con Chile, viene la ocupación de Lima, tiene que ir a refugiarse, deja su casa de Lima, va a vivir a Chucuito a casa del señor Pedro Gallagher, muy rico, en Chucuito, casa de madera salpicada de arena, que pagaba cuatro soles mensuales de arrendamiento.
Allí vive toda la ocupación chilena.
No hay ningún vestigio de que los chilenos se hayan metido en una forma u otra, no hay nada que yo sepa, ni que se haya escrito, no creo que haya nada. Cuando termina la ocupación ya le conceden una pensión y le obsequian una casa. Le llamaban la casa del Consulado, en la calle Mercaderes, en el centro de Lima.
Allí tenía como inquilino, en los bajos, a la litografía Fabri, a quien yo le cobraba el arriendo, creo que eran ocho libras. En los altos estaba el fotógrafo Ugarte (o Ugaz), que no me pagaba, que se demoraba en pagar, cuatro libras; hacían doce libras. Ella tenía pensión de cinco libras, hacían diecisiete libras.
Después mi abuela tenía una casa propia en la calle Sagástegui, desde antes del matrimonio. Esa casa de Sagástegui, mi padre cuando vive con ella la restaura y hace departamentos y tiendecitas que le daban una renta Ella reunía casi treinta libras, y con treinta libras la abuela se daba el lujo de tener chofer, carro Renault chiquito, un departamento en la calle El Tren, en Chorrillos, donde ella pasaba los veranos, y podía mandarle a mi padre, a Bruselas, seis libras mensuales y con seis libras mensuales mi padre vivía en Bruselas con sus cuatro hijas.
LA MUERTE DE LA SEÑORA GRAU
El martes 23 de febrero de 1926, «El Comercio» ofrece la siguiente información sobre la muerte de Dolores Cabero de Grau:
“De más de ochenta años de edad, hasta momentos antes de su desaparición y en estado completamente normal, había estado departiendo, con la afabilidad que le era característica, con los miembros de su familia.
Serían las 8 de la noche, más o menos, cuando la señora Dolores se desplomó en el sofá en que tomaba descanso. A las voces que dieron las personas de su familia que en esos momentos la acompañaban, acudieron los que estaban en las habitaciones vecinas, mientras por teléfono, unos, y personalmente otros, llamaban a distintos médicos.
Por desgracia, toda atención facultativa era inútil: un violento ataque al corazón había privado la vida a la viuda del contralmirante Grau, y nada quedaba por hacer. Sus deudos que se encontraban rodeándola y que eran su hijo don Enrique, su hija política la señora Elena Price viuda de Rafael Grau, y sus nietos, la señorita Luisa Grau y Filomena Grau Astete, y señores Miguel Grau Wiesse y Óscar Grau Astete tomaron en brazos el cadáver de la señora Dolores y lo condujeron al lecho que había sido de su uso.
La muerte de la señora Grau, cuyos restos están enterrados en el cuartel San Jeremías, B-12, expresa de algún modo el fin de un tiempo, el fin de las generaciones que viven la guerra con Chile.
Pedro Gárezon muere en 1927 y Manuel Melitón Carvajal, en 1935.
Años antes, en 1923, muere Cáceres; Aurelio García y García (dos años menor que Miguel Grau) fallece en 1888; Lizardo Montero, en 1905; y Carlos Elías, el fraterno amigo de Grau, en 1907. Medina y Elías Bonnmaison mueren más tarde, son excepciones, en 1948 y 1961”.