El Trafalgar del Pacífico: La captura del Huáscar
El Combate Naval frente a Mejillones en Punta Angamos, cerca de Bolivia (actual Chile), el 8 de octubre de 1879.
El 4 de noviembre de 1879, el “New York Times” informó sobre el sacrificio de Grau y sus valientes en Punta Angamos, la cual llamó “El Trafalgar del Pacífico, siete contra uno”.
El NYT calificó el encuentro como “el más grande combate entre buques blindados que el mundo haya presenciado”. Afirma que Grau y los tripulantes del “histórico Huáscar murieron luchando como los hombres deben morir, al pie de sus cañones”.
El diario yanqui señala la diferencia entre las nueve pulgadas de blindaje de los blindados chilenos contra las cuatro y media del “Huáscar” como factor en la captura de la nave peruana, así como el desbalance entre los doce cañones chilenos y los dos cañones del “Huáscar”.
Los peruanos no se desmoralizan.
Fuente
Revista Caretas

Estado en que quedó el Huáscar tras el Combate de Angamos


TRAFALGAR DEL PACÍFICO
LA CAPTURA DEL HUÁSCAR, EL COMBATE NAVAL FRENTE A MEJILLONES DE BOLIVIA (siete contra uno, los peruanos no desalentados) Correspondencia de Lima del Panama Star.
El 8 de octubre de 1879 quedará siempre en los anales del Perú como un aniversario glorioso, pero al mismo tiempo desastroso. Ese día, frente a Mejillones de Bolivia, tuvo lugar el mayor combate entre buques acorazados que el mundo haya visto, y el histórico Huáscar fue destrozado y capturado por los buques blindados chilenos Almirante Cochrane y Blanco Encalada. El contraalmirante Grau, con la mayor parte de sus oficiales y tripulación, murió combatiendo como deben hacerlo los hombres, al pie de sus cañones. Las fuerzas del enemigo sufrieron graves daños, pero, como cabía esperar por la extraordinaria preponderancia de fuerza, doce cañones de 300 libras contra dos del mismo calibre, y nueve pulgadas de hierro contra cuatro y media, la victoria coronó por fin el pabellón chileno. Se llegó a Antofagasta a medianoche del día 8, pero no se descubrió ningún premio.
Navegando rápidamente a lo largo de la costa, el Huáscar, alrededor de las 3:30 de la mañana del día 8, señaló a su consorte que el enemigo estaba a la vista, e inmediatamente puso rumbo a toda velocidad hacia el norte, con la esperanza de eludir su vigilancia en la oscuridad, y confiando en que la superior rapidez de la Unión desviara a la escuadra adversaria. En efecto, esta última nave, fiada en su velocidad, atrajo más bien la atención del enemigo, con la esperanza de que el monitor pudiera adelantarse lo suficiente antes del amanecer para escapar. Los buques chilenos eran cuatro en número, un acorazado y tres vapores de madera. La maniobra prometía tener éxito, gracias a la niebla que cubría densamente el océano, pero los chilenos habían alcanzado a divisar a la Unión, y venían rápidamente tras su estela. A las 7 de la mañana del día 8, los chilenos seguían en persecución, a unas 6,000 varas de la Unión, y el Huáscar por delante, pero cuando la niebla se alzó apareció directamente al frente la división restante de la flota enemiga, la otra fragata armada y tres corbetas o transportes. La situación era entonces sumamente precaria. Detrás quedaba la escuadra avistada en primer término, a un lado la costa árida y peligrosa, y por delante la división descubierta por último que venía encima a toda fuerza. Contra tales probabilidades era inútil presentar batalla mientras existiera alguna posibilidad de escape, y las dos naves peruanas continuaron su derrota hacia el norte, pegándose bien a la orilla, con alguna expectativa de que su mayor velocidad aún pudiera darles ventaja. No sirvió de nada, sin embargo, pues el Huáscar, a las 9:30 de la mañana, se encontró frente al Morro de Mejillones de Bolivia, y el segundo acorazado al alcance de cañón, mientras que el primero se acercaba rápidamente.
Arrumbando hacia la costa, en la misma rada de Mejillones de Bolivia, el monitor esperó el avance de su antagonista más cercano, y disparó sus dos cañones de torre, tratando de trabar la descarga mediante un intento de espolonazo, que resultó infructuoso, debido a la facultad que poseían los chilenos para girar sobre su propio eje con sus hélices gemelas. El fuego fue respondido al instante, y las ametralladoras en las cofas del Huáscar y de sus enemigos comenzaron su pavoroso tableteo. La Unión, viendo que no podía ser de utilidad alguna, pues su pérdida habría sido segura, expuesta al fuego de la artillería pesada de los acorazados, e incapaz de hacer frente a siete buques armados de madera de su misma clase, poco más o menos, siguió su derrota hacia el norte, aunque de cuando en cuando se detenía para ver si las tres corbetas chilenas que la seguían aceptarían dar batalla. Esto les fue negado. Así, la Unión escapó, y después de llegar a Arica se dirigió a Callao, adonde llegó ayer, día 12.
Entre tanto, el Huáscar estaba librando una gallarda lucha. Maniobrado con pericia y llevado con destreza, se colocó entre los buques del enemigo, neutralizando en cierta medida su fuego, ya que podrían haberse causado daños a sí mismos. Pero los chilenos, también bien dirigidos, nunca dieron ocasión de acertarle un tiro a la popa del ariete, que es su punto vulnerable, y el Huáscar, al tener a estos dos pesados antagonistas como rivales, fue naturalmente tomado con frecuencia en desventaja. Varias veces repitió su intento de espolonear, pero sin éxito. Antes de que la Unión desapareciera de la vista, seis minutos después de iniciarse el combate, como he dicho, el Huáscar había hecho 25 disparos con sus dos cañones; el Blanco Encalada, que llegó segundo a la escena, 6, y el Cochrane 30, estos con cañones de 300 libras. Esto es todo lo que ahora sé con exactitud respecto del combate, salvo por dos telegramas recibidos del general Prado en Arica. El primero afirma que el O’Higgins y la Unión pelearon, supongo que el día 11, y el segundo que la Unión hizo señales a algún buque de guerra extranjero, probablemente británico, para pedir protección, y que estaba gravemente dañada, y también que los dos vapores peruanos habían sido destruidos y capturados.
Se dice que Grau fue muerto al comienzo de la acción; su segundo, el capitán Aguirre, resultó herido de gravedad, si no mortalmente, y solo cuatro oficiales, Juvau? [sic], Ugarteche, Cansoco y Panizo, fueron reportados como sobrevivientes. Probablemente sean prisioneros en manos chilenas, y es posible que los pobres restos destrozados del Huáscar hayan sido remolcados hasta Antofagasta para celebrar una fiesta chilena. Sin duda es un gran golpe para el Perú verse privado de su principal sostén en el mar, y al mismo tiempo un asunto de no poca importancia para Chile, al remover un obstáculo tan formidable de su camino. Cuando se consideran las desventajas que afrontó el Huáscar, el valor de su conducta será justamente apreciado.
El Huáscar llevaba 210 hombres, entre oficiales, marineros, infantes de marina e ingenieros. Su blindaje a media eslora era de cuatro pulgadas y media, adelgazando hasta dos pulgadas y media en proa y popa, y su arqueo, aproximadamente, 2,850 toneladas. Su armamento consistía en dos fusiles Armstrong de 300 libras en la torre, y dos cañones de 40 libras en cubierta, los cuales probablemente no pudieron emplearse por la menor altura de los buques chilenos y la cortísima distancia de combate, a veces de 300 metros, separándose del enemigo por muy pocos cientos de metros. Los chilenos tienen nueve pulgadas de blindaje, 2,932 toneladas cada uno, y cada buque monta seis cañones de 300 libras en baterías. La disparidad de fuerzas fue, por lo tanto, inmensa. No obstante, el almirante entró valerosamente en la pelea, y hasta ahora no tenemos noticia de que el pabellón peruano haya sido arriado por la gallarda dotación del bravo Huáscar. Es verosímil que, cuando se consumó su destrucción, los heridos fueron los únicos que quedaban a bordo en condiciones de defender al famoso buque. Este combate ha sido justamente llamado el “Trafalgar del Pacífico”.
Aunque, por supuesto, la impresión creada en Lima por tan desastrosas noticias fue muy grande, el pueblo no ha perdido el ánimo; por el contrario, el Congreso ha otorgado al Ejecutivo las facultades más amplias para reparar la pérdida del Huáscar. Antes de que este despacho se publique en las columnas del Star and Herald se habrán tomado medidas para reemplazar la nave arruinada. Ya se han abierto suscripciones en Lima para la construcción de un acorazado que se llamará el Almirante Grau. Los hombres dan y las mujeres han dado sus joyas, sus casas, sus haciendas, sus relojes, e incluso sus alhajas; y las mujeres se han ofrecido para aportar los diamantes y piedras preciosas. Una dama, y la lista solo se abrió antes del mediodía de ayer, envió diamantes valorados en 6,000 dólares para convertirlos en dinero con destino al nuevo buque. Se han recibido además otras sumas en metálico. El Arzobispo de Lima encabezó la suscripción con 2,000 soles. Ya se han reunido casi 20,000 soles, y el trabajo prosigue con brío.
New York Times, edición del 4 de noviembre de 1879.
Compilado, traducido y editado por
Ricardo Cuya-Vera de Calidad Integral
Divulgador de la memoria de Miguel Grau Seminario.