Breve historia de Piura y la guerra con Chile: por Reynaldo Moya Espinoza

Prólogo:

La guerra con Chile constituyó la más aciaga etapa de la vida nacional, cuyos resultados se sienten hasta ahora, después de transcurrido más de un siglo de tan luctuoso suceso.

No hubo un solo trozo del Perú donde no se sintieran sus efectos, pero fue el sur, Lima y el Ande donde se produjeron los hechos más sangrientos.

Si bien es cierto que esos escenarios estaban muy lejos de Piura, no se puede decir que lo que allá ocurría no nos afectase en mayor o menor grado.

La Patria es una sola, como si fuese un cuerpo único, y cuando una parte se ve afectada, eso repercute en el organismo entero. Por eso se puede asegurar que todo lo malo o extraño que pueda ocurrir a una parte es algo que afecta al todo en general.

La guerra produjo en el pueblo piurano los más variados y encontrados sentimientos. El entusiasmo, el pesimismo, el abatimiento, el furor y el temor se fueron sucediendo de acuerdo a la marcha de los acontecimientos que se producían en el resto del Perú.

No se puede, por lo tanto, estudiar la situación del departamento de Piura durante la guerra con Chile como un hecho aislado. Para ser coherente hay que referirse a sucesos ocurridos más allá de nuestros límites departamentales, pero que de una u otra forma nos afectaron. Menos podríamos pasar por alto sucesos en que intervinieron piuranos y en donde muchos ofrendaron sus vidas.

La historia de Piura en la época de la guerra con Chile es, por lo tanto, la parte indesligable de un todo. Referirnos al marco global de los acontecimientos permite comprender mejor los hechos que sucedieron en Piura. Por otra parte, es completamente necesario que una vez más se tome el tema para llevarnos a meditar, sobre todo en aquellas muchas oportunidades en que los acontecimientos pudieron haber tenido otros rumbos y hacer variar los resultados. Lo que pudo ser y no fue se debe, en muchos casos, no a hechos fortuitos o imprevisibles, sino a errores humanos por acción o por omisión.

Es necesario que se conozcan muchos actos y comportamientos de gran valor y heroísmo, así como también negligencias, incompetencias y hasta traiciones, que la generalidad de los libros no lo dicen.

La guerra llegó a Piura con la sanguinaria expedición depredadora de Patricio Lynch, el llamado por los mismos chilenos “El Príncipe Rojo”, que arrasó Paita y La Huaca.

Patricio Lynch

En 1880, el presidente Aníbal Pinto encomendó al capitán Patricio Lynch organizar una fuerza de infantería de marina para destruir las empresas azucareras de caña, en el norte del Perú, desde donde se obtenían recursos para la guerra. El objetivo era la destrucción de las haciendas azucareras que aportaban financieramente a Perú y exigir contribuciones de guerra a los hacendados peruanos.

Zarpó de la ciudad de Arica el 4 de septiembre de 1880, compuesta por 1900 infantes, 400 jinetes, tres cañones Krupp de montaña, una sección del cuerpo de ingenieros y una ambulancia, totalizando 2600 efectivos.

Desembarca el 10 del mismo mes en Chimbote, donde al no encontrar resistencia utiliza el lugar como centro de operaciones. Ese mismo día se dirige hacia las azucareras de Puente y Palo Seco, propiedad de Dionisio Derteano, senador por el Departamento de Áncash que promovió la colecta entre banqueros iniciada la guerra. La propiedad tenía un valor de un millón de libras esterlinas y estaba hipotecada a las casas Dreyfus y Graham Rowe. Se le impuso una contribución de guerra de 100 000 pesos, que deberían pagarse antes de tres días. En el entretanto, algunas partidas de caballería recorrían campos y pueblos aledaños, sin encontrar la menor resistencia.

Al enterarse de esto el dictador Nicolás de Piérola dictó un decreto que prohibía pagar contribuciones de guerra al enemigo, lo que hizo que el propietario de las azucareras anteriormente nombradas, se negara a pagar, escudándose en aquel decreto. Patricio Lynch, al saber la negativa del señor Derteano, envió una carta a este que decía lo siguiente: «En vista de su comunicación, he dado ordenes para que se proceda a la destrucción de su propiedad».

Cumplido el plazo, el 13 de septiembre la hacienda es saqueada e incendiada por las fuerzas de Lynch. Las maquinarias son dinamitadas. Además los víveres son saqueados. Federico Stuven Olmos, ingeniero al servicio de Chile, estima que las pérdidas sumaron 2 500 000 soles de plata.

Muchos piuranos, alejados de su tierra natal, dieron su cuota de sacrificio en muchas acciones de guerra, y en eso tiene un muy destacado lugar Miguel Grau, que durante cuatro meses hizo él solo la guerra contra Chile, causando entre los peruanos muchas esperanzadas ilusiones de triunfo. Su serenidad, valor y, por último, su sacrificio heroico calaron hondo en el alma popular, que vibró de fervoroso patriotismo con sus hazañas y se anonadó con su sublime muerte.

Los piuranos pusieron su contingente de sangre. Más de 600 hombres, jóvenes y maduros, acudieron al llamado de la Patria, dejando el trabajo, el amor de la familia y sus intereses, para decir ¡Presente! cuando la Patria pidió el sacrificio de sus hijos. Fue así como se formó el Batallón Piura. En la batalla de San Juan, el Batallón defendió un paso próximo al cerro llamado ¡Viva Perú! Allí resistieron el empuje de dos divisiones enemigas, y así como en la Grecia Antigua los espartanos defendieron el paso de las Termópilas, así también los campos denominados de Pamplona fueron cubiertos de cadáveres de los piuranos que dieron su vida y su sangre generosa por el Perú. Nosotros también podíamos repetir lo que dice el mármol que perennizó el sacrificio de Leonidas y del puñado de espartanos y escribir sobre un imaginario granito levantado en Pamplona y que ojalá pudiera ser un día una realidad: “Caminante, anda y di a Piura, que aquí cayeron sus hijos en defensa de la Patria”.

Ese fue el mensaje que, después de San Juan, los sobrevivientes trajeron a Piura, y vistió de luto a muchas madres, esposas, novias e hijos.

¡Honor a ellos!

Después tuvimos que sufrir la presencia de la soldadesca chilena en varias oportunidades, cuando sus fuerzas militares llegaron por mar y por la vía de Olmos.

Tremenda y amarga experiencia nos dejó esa guerra. Muy lejos estamos de pretender revanchas, pero la herida aún está sangrante y se debe tratar de que eso no se vuelva a repetir. Necesitamos ser fuertes, no para agredir, sino para que se nos respete.

Reynaldo Moya Espinoza


Compilado y editado por
Ricardo Cuya-Vera de Calidad Integral
Divulgador de la memoria de Miguel Grau Seminario.