«Cuando se presente la ocasión, el señor Grau cumplirá su deber«, dice el chileno Rafael Vial, que vivió en Lima hasta empezada la guerra, ante un requerimiento del diario de Santiago «El Independiente». Vial sabía perfectamente de qué estaba hablando. El texto pertenece al periodista e historiador Héctor López Martínez.
El camarote de Grau en el «Huáscar»
La contienda que en 1879 enfrentó al Perú contra Chile fue, en sus primeros meses, sólo una guerra naval. El amplio teatro de operaciones se extendió desde Panamá, en el norte, hasta el Estrecho de Magallanes, en el sur.
En esa ocasión, como en todos los tiempos, nuestra primera línea defensiva fue el mar. Al respecto es muy significativo el mensaje que, apenas dos días después del combate de Angamos, dirigiera Rafael Sotomayor el hombre fuerte del gobierno chileno a su ministro de Guerra:
«Me voy a ocupar exclusivamente desde esta noche le decía de todo lo que se relaciona con el movimiento del Ejército«.
Y es que, mientras Miguel Grau estuvo en el «Huáscar«, Chile no pudo desembarcar un solo hombre en nuestro territorio. Ese fue, como ha dicho el historiador venezolano Jacinto López, «el milagro de la guerra«, en que un buque diminuto, de pobre blindaje, con escasa artillería, se convirtió en el escudo del Perú contra la invasión e hizo, solitario y glorioso, la obra de una escuadra.
Mas esta campaña naval, a la que Grau dio acento épico, no podía ser interminable. La superioridad material de la escuadra chilena era tan grande que nadie dudaba de cuál sería el desenlace al momento en que chocaran fuerzas tan desiguales.
Entre abril y octubre de 1879 fueron, pues, marinos los protagonistas de la guerra. A causa de ello, en Chile había un gran interés por conocer los más amplios detalles sobre Miguel Grau y otros oficiales de marina peruanos. Con este fin, los primeros días de mayo, antes del combate de Iquique, «El Independiente» de Santiago solicitó a Rafael Vial, un artículo con su opinión personal sobre nuestros más destacados jefes navales. Vial, quien había residido largos años en Lima, era buen conocedor de la vida política peruana y de sus más conspicuos personajes.
No en vano era fundador de «El Nacional«, órgano civilista, y se había desempeñado como director de «La Tribuna» hasta el día mismo de la declaratoria de guerra por lo que se vio obligado a retornar a Chile donde fue recibido como un héroe.
Vial, en el artículo en mención, señalaba que era conveniente conocer al enemigo, analizando su capacidad profesional y sus características psicológicas más saltantes. Se ocupaba, en primer lugar, de Aurelio García y García.
«La educación preparatoria de este marino decía fue tan completa como era posible; pero en la época que la recibió, el nivel intelectual del país (el Perú) estaba bastante abatido. Estaba dotado prosigue de una inteligencia clara y de un carácter perseverante y ambicioso, que le han servido de estimulo para perfeccionar sus conocimientos«.
Como se recordará, en 1879 el capitán de navío García y García, pese a su relativa juventud, había ya ocupado importantes posiciones políticas, profesionales e intelectuales. Ministro de Manuel Pardo, diplomático, iniciador de las relaciones entre el Perú y los imperios de China y Japón, autor de varios libros técnicos, pertenecía, además, a una prominente familia limeña tanto en lo social como en lo económico. Al referirse a Miguel Grau, decía el periodista chileno:
«Se ha formado en la escuela del trabajo y está dotado de gran actividad y de una firmeza tranquila, que le será útil en el combate. Su inteligencia y su instrucción son inferiores a las del señor García y, sin embargo, como jefe y como subalterno puede prestar servicios más importantes que su compañero y competidor, y lo llamamos competidor, porque entre ellos existe una rivalidad profunda que apenas se contiene dentro de los límites de la cortesía».
Es evidente que Vial trata de incordiar y supone «una rivalidad profunda» entre los dos marinos peruanos.
Lo cierto es que si bien discreparon en algunas oportunidades por asuntos profesionales o políticos los dos eran civilistas, esto no fue motivo para que se empañara la buena amistad y el respeto que ambos se profesaban.
«Tanto el señor García como el señor Grau sostiene Vial en otro acápite son más bien marineros que artilleros, lo que da a nuestros jefes una ventaja positiva sobre ellos, porque el marinero ha sido reemplazado por el mecánico y el artillero tiene cada día mayor importancia«.
Finalmente, con respecto a Grau, dice:
«El señor Grau es vigilante y severo en la disciplina, y se le tiene generalmente por bravo… Estamos persuadidos concluye de que cuando se presente la ocasión el señor Grau cumplirá su deber».
Vial conocía bien el temple moral de nuestro héroe y no se equivocó.
Grau supo siempre cumplir con su deber. Cuando se ocupa de Juan Guillermo More, el desventurado y heroico comandante de la fragata «Independencia«, Vial elogia «su moderación y buenas maneras«.
Pero añade malévolo: «no reúne las calidades de carácter y de ciencia que demanda el mando de un buque«.
Nicolás Portal, quien fuera comandante de la corbeta «Unión«, dice:
«Tiene alguna práctica de mar y parece dotado de energía, pero le falta inteligencia y ciencia«.
Y concluye: «Portal, como Prefecto de Iquitos, dio pruebas de una honradez incontrastable«.
No son escasos los testimonios chilenos en donde encontramos opinión sobre los oficiales de marina peruanos, que dirigieron la campaña naval de 1879.
Todos tienen un denominador común: bajo el disfraz de una pretendida objetividad buscan deprimir o desmenguar la trayectoria que, con pericia , experiencia, valor y generosidad, suplieron abrumadoras desventajas materiales para sucumbir gloriosamente en una guerra que de antemano estaba perdida.
Si hemos recordado el artículo de Vial en «El Independiente» de Santiago es porque fue uno de los primeros en que se abordó el tema y porque su autor, como ya quedó dicho, disfrutó durante largos años de la hospitalidad peruana.