Chile captura a la “Pilcomayo”

Chile captura a la “Pilcomayo”

El 18 de noviembre de 1879 los militares del blindado chileno “Blanco Encalada” abordan y evitan el inminente hundimiento de la cañonera peruana “Pilcomayo”.

Este es el parte oficial que, estando prisionero, escribió el esforzado marino peruano Carlos Ferreyros y Serna.

<< A bordo del vapor “Loa” Al ancla en Pisagua, noviembre 22 de 1879.

Señor General Ministro en el Despacho de Guerra y Marina:

Habiendo zarpado del puerto de Arica la corbeta “Unión”, a las 10p.m. del 17 del que cursa, me puse en movimiento con esta cañonera siguiendo sus aguas, perdiendo muy pronto de vista la corbeta por la oscuridad de la noche y navegar nosotros a media fuerza para dar tiempo a que el “Chalaco”, que también debía zarpar, se reuniese al convoy, siguiendo así con rumbo al N. 70 O. hasta el amanecer, en que avistamos a este transporte por nuestra aleta de estribor.

 

A las 8 a.m. nos hallábamos a 25 millas al noreste de Punta de Coles con rumbo a Mollendo, cuando el vigía anunció un humo por el norte, el que una hora después reconocimos ser el de la “Unión”, avistándose en este mismo momento por nuestra amura de estribor y hacia el lado de tierra otro humo.

A las 9:50 a.m. la “Unión”, que había puesto la proa hacia el sureste, gobernando en nuestra demanda, hizo un tiro de cañón, i9zando señales que no fue posible distinguir por la distancia que nos separaba. Comprendiendo que el vapor avistado era enemigo, gobernamos hacia el sur suroeste, haciendo un disparo de alarma al “Chalaco”, el que inmediatamente se dirigió hacia nosotros.

A medida que se acercaba la “Unión” pudimos distinguir sus señales que decían: “buque enemigo a la vista,” y enseguida nuevas señales anunciándonos que el buque enemigo era un blindado. Pocos momentos después pasaba por nuestra popa en demanda del “Chalaco”.

A las 10:15 a.m., la “Unión” gobernaba hacia fuera, cruzando nuevamente por nuestra popa a distancia de 500 yardas. El “Chalaco” lo hacía al sur, y nosotros teníamos la proa al suroeste un cuarto sur, distando la costa veinte millas. El blindado que nos daba caza estaría de seis a siete millas de distancia. Navegamos así a toda fuerza de máquina, con una velocidad máxima de diez millas, que era cuanto podíamos hacer, hasta las 12m. en que perdimos de vista a la “Unión” por nuestra cuadra de estribor, por haber variado su rumbo, muy pegado a la costa en dirección a Pacocha. Desde este momento noté que la persecución del blindado era dedicada única y exclusivamente a la “Pilcomayo”, a pesar de que el “Chalaco”, cuya primera maniobra lo había acercado al enemigo, había llegado a estar más inmediato a este que a nosotros, notando además, por medio de repetidas observaciones con el micrómetro, que el blindado nos ganaba en el andar a razón de más de una milla por hora, siendo la distancia que nos separaba en ese momento de cuatro a cinco millas.

En esta situación, entre los dos recursos que me quedaban, o bien dirigirme a tierra, de la que distaba más de 20 millas próximamente , con el objeto de embarrancar el buque, o tomar la vuelta de fuera, y aprovechando así la brisa , que aunque floja , se dejaba sentir, tratar, si posible era, de ganar en velocidad al enemigo, opté por el segundo, pues a más de ser grande la distancia que me separaba de la costa, abrigaba el fundado temor de que llevando al enemigo en la dirección en que el “Chalaco” ganaba la tierra, fueran dos los buques que perdiera la nación. Practicada esta maniobra, en consecuencia, y orientadas las cuchillas, varió su rumbo el blindado, acercándose rápidamente a nosotros, pero alejándose del “Chalaco”.

A las 2 p.m. calmó la brisa, y teniendo la marejada de proa, nuestro andar apenas se mantenía en las 10 millas, a pesar de hacer todo esfuerzo en la máquina para aumentar su velocidad, no distando ya mucho el momento en que iba a encontrarse la cañonera a tiro de la poderosa batería de su enemigo. Convencido, pues, de que la huida era imposible, reuní a la oficialidad en consejo y unánimemente manifestó esta que el último recurso adoptable, atendido a lo crítico de nuestra posición, era el de inutilizar la nave sumergiéndola e inutilizándola, batiéndose en retirada hasta conseguir practicar estas operaciones.

A las 3 p.m. variando la distancia entre 3,500 y 4,000 yardas, rompimos los fuegos con la colisa de 40 de la toldilla, y ordené que un oficial se instalara en la sección de máquinas y procediera a hacer abrir y destrozar las válvulas y grifos, mientras que otro lo hacía  con los de la santabárbara. Asimismo se hizo derramar en las cámaras y sollados todas las sustancias inflamables que poseíamos, y se les dio fuego. Loa cañones de la sección de popa se abocaron sobre las escotillas de la cámara de oficiales, disparándolos oblicuamente sobre los fondos, los que produjeron una perforación bajo la línea de agua y otra en la línea de flotación. Procedí enseguida a hacer botar los libros de señales, correspondencia oficial y particular y demás documentos el buque. Se destruyeron las bombas y rompieron las lumbreras del costado. Mientras se verificaba todo esto, continuábamos haciendo fuego con la colisa de popa, logrando disparar en todo hasta 19 tiros con granadas, muchas de las que, tocando el costado del enemigo, hacían explosión sin producir ningún efecto. Estos tiros fueron contestados con 3 de a 250 y algunos de menor calibre, ocasionando los de 250 la rotura de la maniobra y pera del pico trinquete, y el corte de los amantillos de la botavara a una altura de diez pies sobre la toldilla. Los otros tiros cayeron a nuestro costado sin tocarnos.

Conforme observé que el fuego de las cámaras se hallaba próximo a los pañoles en que estaban depositadas las bombas cargadas, saliendo las llamas por la escotillas de la segunda cámara, parada la máquina a causa de que el agua que entraba en gran cantidad había inundado las hornillas, y habiéndome manifestado los ingenieros la imposibilidad de que pudieran los enemigos salvar el buque, ordené arriar las embarcaciones menores, y que se embarcara la dotación, quedándome a bordo con la oficialidad que no quiso abandonarlo.

El “Blanco Encalada”, que reconocimos ser el blindado enemigo, por la insignia del contralmirante que enarbolaba en el palo de mesana, se hallaba a tiro de rifle por nuestro costado de babor, y observando que los pabellones no se arriaban, rompió el fuego con las ametralladoras y rifleros de sus cofas por espacio de diez minutos.

La circunstancia de haber dejado a mi salida de Arica la ametralladora y armas menores que hacían gran falta y que debían ser respuestas en el Callao, me imposibilitó para adoptar una resistencia que hubiera sido siempre estéril.

A las 4:30 p.m. las embarcaciones del “Blanco” nos abor5daban conservando nosotros nuestros pabellones al pico y topes, que fueron arriados por el enemigo, los que inmediatamente se dirigieron a combatir el incendio e inundación, obligando a nuestros 1 y 2 ingenieros a que les enseñaran el lugar de las válvulas y las cerrasen provisionalmente. A esta hora las dos cámaras eran presas de las llamas y el agua alcanzaba a 10 pies en la sentina, estando la santabárbara totalmente inundada. El fuego de proa, que no había tomado tanto incremento, continuaba sin embargo.

El señor teniente Goñi, que comandaba la gente que nos abordó, se acercó al puente donde me encontraba con toda la oficialidad, y me notificó que iba a hacer regresar a toda nuestra gente a bordo, y que si no tratábamos de hacer apagar el incendio, nos iríamos a pique o volaríamos todos, a lo que contesté que habíamos cumplido con nuestro deber y aceptábamos las consecuencias.

A las 5p.m. próximamente fui trasladado al “Blanco”, junto con la oficialidad, habiendo sido ya trasbordada anteriormente, de las embarcaciones menores, toda nuestra tripulación.

En el encuentro con el “Blanco” no hemos tenido felizmente ningún muerto, habiendo resultado heridos ligeramente el marinero Pedro Álvarez y el cabo 1 de la guarnición Rufino Chuquihuanca con un balazo en la cara y otro en la muñeca derecha.

Loa esfuerzos hechos por la tripulación del “Blanco” para salvar a la “Pilcomayo” han sido grandes, trabajándose constantemente día y noche, atracándola al costado del blindado para aplicarle las poderosas bombas a vapor de este, habiendo estado a punto de ser abandonada varias veces por la enorme cantidad de agua que hacía. Desgraciadamente el buen estado del tiempo y del mar favoreció estos esfuerzos, lográndose remolcarla navegando tan sólo a razón de 1 a 2 millas por hora, y aguantándose el blindado constantemente sobre su máquina, para evitar que se hundiera esta en los pequeños balanceos que daba.

El jueves 20 a las 10 a.m. fondeamos en este puerto de Pisagua y fuimos trasbordados inmediatamente, oficialidad y tripulación, a bordo de este transporte de guerra, donde permanecemos hasta hoy.

Antes de terminar creo de mi deber hacer presente a V.S. que tanto los jefes como los oficiales y maquinistas han perdido completamente sus equipajes a consecuencia del incendio de las cámaras.

Cábeme la satisfacción de mencionar a V.S. que la dotación de la cañonera, durante todo el conflicto, cumplió con su deber, conservándose hasta el último momento inalterables el orden y la disciplina.

Dios guarde a V.S.

CARLOS FERREYROS>>