El tratado de alianza defensiva según José de la Riva Agüero

1) DON JOSÉ DE LA RIVA AGÜERO Y LOOZ CORSWAREM.

José de la Riva Agüero

Don José de la Riva Agüero y Looz Corswarem fue hijo de don José Mariano de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Marqués de Montealegre de Aulestia, prócer de la Independencia y primer Presidente de la República del Perú, y de la princesa Carolina Arnoldina Irene de Looz-Corswarem y de la Nue, del principado de Rheina-Wolbeck del Sacro Imperio Romano Germánico.

Realizó sus estudios en la Universidad de Lovaina. En Perú fue diputado y después secretario de las legaciones peruanas en Washington D.C. y Madrid. Ejerció como Ministro de Hacienda durante el gobierno interino del coronel Mariano Herencia Zevallos, del 27 de julio al 2 de agosto de 1872. Durante el gobierno de don Manuel Pardo y Lavalle, fue Ministro de Relaciones Exteriores del 7 de agosto de 1872 al 3 de febrero de 1875. Concertó en Lima en febrero de 1873 con el ministro plenipotenciario boliviano Juan de la Cruz Benavente el Tratado de Alianza Defensiva entre Perú y Bolivia.

2) LAS INTIMIDADES DE PERÚ CON BOLIVIA

Para entender los temores que lo llevaron a suscribir ese tratado, debe conocerse la relación histórica de Perú y Bolivia.

Bolivia había sido el “Alto Perú”, dependiente del virreinato de Lima hasta 1773 y del de Buenos Aires desde esa fecha hasta 1810. Declarada la independencia, el Alto Perú optó por formar una república independiente llamada “Bolívar”, después Bolivia. Los fundadores de la república solicitaron a Bolívar que les diese como puerto el de Arica; Bolívar les asignó el de Cobija, inservible por la falta de caminos a través del desierto para llegar a las zonas pobladas de Bolivia, de modo que el comercio boliviano siguió pasando por Arica y se suscitaron problemas por los impuestos aduaneros que imponía el Perú.

Cuando se disolvió la Confederación Perú-Boliviana, el presidente Gamarra invadió Bolivia con el propósito de anexarla como provincia al Perú; en la batalla de Ingaví fue muerto, el ejército peruano se dispersó y Bolivia se apoderó de la provincia de Moquegua, que incluía Tacna y Arica. Chile actuó como mediador y Bolivia devolvió al Perú la provincia conquistada a cambio del libre tránsito por los puertos de Arica y Mollendo. No obstante el tratado, el presidente Ballivián siguió abrigando esperanzas de reconquistar Arica.

En 1857 ascendió a la presidencia de Bolivia don José María Linares, quien inauguró en Bolivia la política del “libre cambio” y planeaba apoderarse de Tacna y Arica para “redondear el territorio” boliviano. Linares fue derrocado por Achá, quien, durante la disputa por las covaderas de Mejillones, trató de declarar la guerra a Chile con apoyo del Perú; Achá fue a su vez derrocado por Melgarejo, quien parece haber continuado la política de Linares. El tratado de 1866 produjo descontento en Chile porque cedió la soberanía entre los grados 23 y 24 a cambio de la medianería en el producto del guano y los minerales que se explotaran. También causó un gran alboroto en Perú; las relaciones con Chile se deterioraron rápidamente y desde el Perú se produjo una activa campaña para derrocar a Melgarejo, lo que se logró en 1871 con la complicidad del coronel Hilarión Daza.

3) LA AVENTURA DE QUEVEDO DESATA LOS TEMORES DEL PERÚ

En agosto de 1872 el general Quintín Quevedo inició una absurda expedición desde Valparaíso para apoderarse del gobierno boliviano; en el Perú se supusieron intenciones del gobierno de Chile de reponer a Melgarejo, cuyos deseos de apoderarse de Arica eran conocidos, y de apoyarlo en este propósito a cambio del territorio que Chile había cedido en 1866. Esa apreciación, sin ningún fundamento, está claramente manifestada en la siguiente nota:


Ministerio de Relaciones Exteriores.

Señor Ministro del Perú en Chile.

Lima, Agosto 28 de 1872.

De poco tiempo a esta parte ha cundido cierta alarma en este país, con motivo de los armamentos que, según se sabe, está haciendo el Gobierno de Chile, y especialmente por la compra de dos buques blindados de gran poder, que los agentes chilenos han mandado construir con cierta reserva en Inglaterra.

Esa alarma ha crecido últimamente con la noticia de la llegada del General don Quintín Quevedo y su cruzada al litoral boliviano, y en cuya expedición se atribuye cierta ingerencia al Gobierno de Chile.

Después de estos hechos, se ha sabido, con extraordinaria sorpresa, que la escuadra chilena se había presentado en Mejillones y Tocopilla casi al mismo tiempo que don Quintín Quevedo desembarcaba en las costas de Bolivia. Las sospechas acerca de la ingerencia de Chile han venido a robustecerse más todavía; y no es pues extraño que tales hechos, que pueden tener una significación gravísima, hayan llamado la atención pública, de las Cámaras y del Gobierno.

US. sabe que la cuestión de límites entre Bolivia y Chile no ha llegado aún a arreglarse, y presenta serias dificultades para su solución. En tanto que aquella República, apenas salida de una terrible crisis revolucionaria, ha estado ocupada en su organización interna, Chile se ha contraído a preparar sus elementos de guerra y fuerza naval, cuando no tenía motivo ninguno especial que la aconsejara precaverse de enemigos exteriores. No es, pues, arriesgado suponer que tales preparativos hayan tenido una mira hostil y agresiva, cuando no se explican por la necesidad de la defensa.

El Gobierno del Perú, en vista de estos antecedentes, y ante la gravedad de los sucesos apuntados, no puede permanecer espectador e indiferente. La situación que se viene creando en el litoral boliviano es harto grave; y es por consiguiente necesario que la bandera del Perú esté allí representada. Con este motivo se ha dispuesto que el Huáscar y el Chalaco zarpen para el sur.

US. al recibir la presente nota, solicitará una conferencia del Exmo. señor Ibáñez para expresarle los vivos deseos que animan al Gobierno del Perú, de que Chile y Bolivia, ligados por tantos vínculos de común interés, arreglen sus cuestiones pendientes de una manera honrosa y satisfactoria para ambas partes.

Así mismo manifestará US. a ese Gobierno que el del Perú, que en todo caso verá con sumo sentimiento la interrupción de las amistosas relaciones entre esos dos países, no puede ser indiferente a la ocupación del territorio boliviano por fuerzas extrañas.

S. E. el Presidente confía en que US., interpretando fielmente las miras y el espíritu de confraternidad americana que lo anima, tratará este asunto con la sagacidad y prudencia que él requiere, y de que US. ha dado tantas pruebas; comunicando a este despacho el resultado de sus gestiones.

—Dios guarde a US.

J. de la Riva-Agüero.


Compilado y editado por
Ricardo Cuya-Vera de Calidad Integral