Nicolás de Piérola: Muestras de cobardía y desorden

Si alguien quisiera tener una imagen vívida de lo que era el ejército peruano del sur a fines de 1880 debería leer estas dos cartas dirigidas al inepto Nicolás de Piérola, ese Napoleón de bolsillo que hubimos de tolerar.

El nefasto Nicolás de Piérola, que, sin embargo, tuvo en 1913 un entierro en olor de multitud.

«Moquegua, octubre 26 de 1880

Excelentísimo señor D. Nicolás de Piérola

Lima Señor de mi respeto:

Por varios conductos sabrá vuestra excelencia los resultados de la tercera ocupación de esta ciudad por las fuerzas chilenas.

El 27 del pasado se aproximaron al valle de la Rinconada 150 hombres de caballería, los que a vista de nuestros gendarmes, que manda Jiménez en el número de 60 hombres, se retiraron precipitadamente; y se comprende que el jefe de las fuerzas de Tacna, con este motivo, ordenó que la fuerza de. Pacocha, doscientos hombres de caballería y seis piezas de artillería de Tacna, vinieran a esta. La autoridad política, sin fuerza competente para resistir, se retiró con sus gendarmes de a pie y de a caballo, que no pasan de 120 hombres, a Torata el 6 de este mes, cuando aquellos llegaron a esta ciudad, y de allí a Omate cuando llegaron a esa villa.

El impuesto de 100,000 soles fue la primera diligencia del enemigo al tocar en esta ciudad a la vez que reses, arroz, harina, azúcar y café. En Torata fue 100 bueyes el impuesto o 10,000 soles en su defecto. Para el hombre de honor es triste y desconsolador el papel que estos dos pueblos han hecho con motivo de aquella imposición.

El síndico (es una persona elegida por una comunidad para cuidar de sus intereses) Navarrete y los señores notables, entendiéndose con el jefe chileno, implorando rebaja y espera para reunir el dinero; preferible habría sido someterse a cualquier desgracia antes que pasar por esa humillación. La amenaza de soltar a los soldados a la población fue la que abrumó a este vecindario al extremo de no saber lo que hacían los hombres más caracterizados. Yo me ausenté con el señor prefecto, como era natural, desde que la resistencia no era posible.

Más que el ceder a ese impuesto nos deshonra los medios que se emplearon para satisfacerlo. Comisiones de personas notables de ambos sexos recorrían las calles, exigiendo de puerta en puerta una erogación (donativo), empleando los hombres la amenaza de denunciar al jefe chileno a quien se negaba a satisfacer la cuota impuesta por la comisión presidida por el síndico para que destruyese sus propiedades. No por ceder a ese impuesto dejó el chileno de apoderarse de los caballos y demás animales que los vecinos procuraron ocultar en los interiores de sus casas y, quemar algunas propiedades que constan en el parte que pasa la prefectura. En mi concepto los responsables de la degradación en que nos hallamos sumidos es, en primer lugar, el síndico que aceptó la autoridad del invasor y nombró comisiones para extraer la cuota que acordaron para cada vecino y los notables Lorenzo de la Flor, José L. Artieda, José Benigno Pomareda, José S. Barrios, David Gómez y otros. En Torata el alcalde Julio F. Becerra, D. Manuel Chipoco Tamayo y otros. Con gran dolor por esta nueva desgracia… participo a V. E. ligeramente lo ocurrido… Con sentimientos de estimación y respeto me repito su decidido amigo y S. S.

Eliseo Maldonado»


«Arequipa, 5 de noviembre de 1880

Señor Don Nicolás de Piérola

Mí respetado amigo:

Midiendo mis marchas para llegar oportunamente a los puertos, según lo convenido, llegué a Camaná para pasar a Quilca y una hora después de mi llegada desembarcaban los chilenos. Comencé desde ese momento a dictar algunas providencias del caso. El pánico que reina por estos lugares es de ahorcarlos a todos. En cuatro horas quedó Camaná completamente desierto: aquí mismo hay un abatimiento increíble.

Llegué a esta capital el 3 a las 5 p.m. El 4 presté el juramento a las 12 e inmediatamente llamé al coronel Leyva para que dispusiera lo conveniente y salir a batir los 1,600 hombres que había en Quil. ca, antes de que se reforzaran. Me dijo que no contaba ni con 2,000 hombres de confianza y que se le dispersaba la fuerza. Echenique me dijo lo mismo por su batallón que vi escuálido de hambre y desnudez. Llamé al coronel La Torre y me aseguró lo mismo agregándome que no había ejército. El hambre, la miseria, el mal trato, y qué se yo, tiene esto perdido. Ese mismo día visité algunos cuerpos y al día siguiente los demás: y me he convencido de que si no se hace una reforma conveniente y pronta estamos perdidos; pero la haré.

El coronel Leyva, está dementado, es una momia semejante a don Luis La Puerta. No se ha acercado a mí una sola persona de todas las clases sociales que no esté fundamentalmente disgustada con él.

El ataque de Arequipa parece cierto y me preparo a él. Las fortificaciones hechas, son una burla indigna. No hay sino 5,873 rifles y carabinas de doce sistemas, incluso Minier. No hay una división con un solo armamento. Hay 35o rifles, entre éstos de Chassepot Francés, sin una cápsula. Mándeme usted 2,000 baterías Remington que las arreglan perfectamente en la maestranza del tren.

Hasta hoy no he recibido el contingente, ni hay medio. He mandado por todo lo que desembarcó en Tacna. Haga usted lo posible por mandarme algunas armas.

En el próximo correo daré a usted cuenta de lo hecho. Deseo a usted salud y prosperidad.

Su amigo. P. A. DEL SOLAR»

 

Fuente:

Guerra con Chile, La campaña de Tacna y de Lima, Documentos inéditos, 1913
Editorial Milla Batres